INTERNET E INTIMIDAD: UN OXÍMORON MÁS

imagesEl debate sobre el derecho a la intimidad en internet ha centrado buena parte de la atención de los medios de comunicación a raíz de las declaraciones de Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA, sobre las prácticas de  Estados Unidos en relación al espionaje. El uso masivo de la red por los ciudadanos, así como la facilidad de acceso y difusión del mismo (ni siquiera hace falta un ordenador, basta con un teléfono móvil) y el aumento significativo de las formas de comunicación a través de dicho medio (chats, blogs, correos electrónicos, etc…) han dado lugar en apenas unos años a una tremenda transformación. Sin embargo, los usuarios parecen no ser conscientes o, simplemente, se niegan a serlo, de la fragilidad que el mundo virtual implica en lo referente al secretismo y a la opacidad de las conversaciones y mensajes que enviamos con el simple gesto de presionar una tecla.

Todos los Gobiernos (no sólo el estadounidense) apelan a la necesidad de establecer sistemas de control y vigilancia como un pequeño peaje en beneficio de la seguridad mundial. El propio Obama, después de reunirse con el primer mandatario chino Xi Jinping, afirmó que dichos programas «nos ayudan a prevenir ataques terroristas» y que habían sido revisados por su equipo de asesores, por el Congreso y por el Poder Judicial. El presidente norteamericano manifestó que «no se puede tener cien por cien privacidad y cien por cien seguridad» y aseguró que se ha conseguido «el equilibrio adecuado» entre ambos derechos.

Así que para garantizar la seguridad de sus respectivos territorios la mayor parte de gobiernos mantienen, junto a los Cuerpos de Policía, uno o varios Servicios de Inteligencia. Para alcanzarla se utiliza masivamente tecnología para la interceptación de las telecomunicaciones que facilitan el cometido de estas agencias, siendo la estadounidense NSA la más famosa de todas ellas.

La ‘Agencia de Seguridad Nacional’ (en inglés: ‘National Security Agency’) es una agencia de inteligencia criptológica del Gobierno de los Estados Unidos administrada como parte del Departamento de Defensa. Creada el 4 de noviembre de 1952 por el Presidente Harry S. Truman, la NSA es responsable de obtener y analizar información de cualquier medio de comunicación, así como de garantizar la seguridad de las comunicaciones del Gobierno frente a otras agencias extranjeras similares, lo que conlleva la utilización del criptoanálisis o estudio de sistemas criptográficos.

La Casa Blanca ha visto cómo en las últimas semanas han salido a la luz sus estrategias para captar información sensible de millones de llamadas telefónicas y acceder a los datos y a los servidores de empresas de Internet como Google, Facebook o Apple. El director de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), James Clapper, ha arremetido contra los medios de comunicación por haber realizado «revelaciones irresponsables» sobre unos programas de vigilancia que ha reivindicado como herramientas útiles en la lucha contra el terrorismo. «Durante la semana hemos asistido a la revelación irresponsable de las medidas para asegurar la seguridad de los americanos», lamentó Clapper en un comunicado.

En mi opinión, el verdadero problema radica en los límites y controles que se deben imponer al poder gubernamental. Barack Obama decía haber alcanzado «el equilibrio adecuado» entre la intimidad y la seguridad pero sin especificar la fórmula mágica utilizada para lograrlo y, sobre todo, sin aludir a los controles que existen para que ese deseable equilibrio no se rompa. No hay duda de que uno de los principios más sagrados del Constitucionalismo es el del control de los Poderes. ¿Quién controla en EE.UU. a la Agencia de Seguridad Nacional? ¿Quién controla en los demás países a sus respectivas agencias? Tal vez yo esté dispuesto a ceder una pequeña parte de mi intimidad en aras de la seguridad. Incluso puede que me resigne a incluir el concepto de internet y derecho a la intimidad como un oxímoron más dentro de una ya larga lista. Pero en lo que no estoy dispuesto a ceder es en la aceptación de la existencia de organismos opacos, sin límites ni controles. Porque entonces ya no estaríamos hablando de un limitación de los derechos de los ciudadanos sino de un cambio de modelo constitucional. Y en este punto es imposible ceder.

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