LA VUELTA A LA TORTILLA PARA EL CONTROL DE LA PRENSA

prensaDecía Joseph Pulitzer, célebre periodista estadounidense de origen húngaro y creador de los premios del mismo nombre, que «Las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa», queriendo manifestar no solo la importancia para un Estado de Derecho de la labor que los medios de comunicación ejercen controlando al poder sino, además, vinculando la grandeza de ambos conceptos (las naciones y la prensa libre) al considerar que unos medios de información mediocres o maniatados implicarían, necesariamente, un país en decadencia. No deja de ser paradójico el origen de Pulitzer, dado que Hungría, que acaba de estrenar este mes de enero la Presidencia de la Unión Europea, copa la primera plana de los informativos y no precisamente por su responsabilidad de dirigir a los veintisiete países miembros durante este semestre, sino por la aprobación de una ley de prensa que pretende dar la vuelta a la tortilla de modo que los vigilados pasen a ser vigilantes y los controladores, controlados. Es decir, que no sea la prensa la que efectúe una labor de inspección con relación a los límites del poder sino que la propia Administración, los políticos, el Gobierno o, en definitiva, el poder, se encarguen de controlar a los medios de comunicación.

Enseguida se han alzado voces en el seno de la Unión Europea criticando esta medida, la cual dista mucho de circunscribirse exclusivamente al citado país centroeuropeo. La prensa está siendo perseguida en relación a su principal función, que no es otra que mantener informada a la población. Hace unos meses se aprobó en Italia una ley que denominada simbólicamente “ley mordaza”, que impone penas de cárcel para los periodistas que difundan informaciones relacionadas con determinadas investigaciones judiciales. Por ese motivo, el pasado mes de julio se convocó una huelga por parte de los medios de comunicación italianos. En España comienza también a proliferar la figura de los Consejos Audiovisuales, ya implantados en Navarra, Andalucía y Cataluña. Son órganos cuya misión es velar por el cumplimiento de la normativa aplicable a los prestadores tanto públicos como privados de servicios de comunicación audiovisual. Normalmente, los integran personas designadas por órganos políticos y, entre sus facultades, destaca el controlar que la información ofrecida sea veraz y respetuosa con los derechos fundamentales, ejerciendo, en caso contrario, su capacidad sancionadora.

Así pues, asistimos a una progresiva y peligrosa tendencia que se expande a nivel internacional. Se pretende trasladar unas facultades hasta ahora propias de los jueces, tendentes a controlar las actuaciones de los medios de información y ejercer tal control a través de una serie de órganos designados y procedentes de la esfera del poder. De este modo, se quiebra una de las reglas básicas del órgano controlador, que es la independencia y, por lo tanto, la ausencia de injerencia por parte del órgano controlado. En caso contrario, el mecanismo de control peligra claramente. Es así de simple. Si quienes informan sobre el ejercicio del poder tienen miedo a ser sancionados por ese mismo poder, el mecanismo tenderá a ser inservible. Y no digo  yo que no se controle a la prensa, sino que esa misión se realice a través de los tribunales, como hasta hace bien poco.

Si no van a garantizar su libertad, al menos que los propios órganos políticos no sancionen a la prensa, que no maten al mensajero, o asistiremos, como predijo Joseph Pulitzer, a la decadencia de las naciones. En un escenario en el que multitud de medios de comunicación dependen de la publicidad institucional para sobrevivir, en un mundo donde los grupos de presión abundan cada vez más, en un país en el que se cierra un canal de televisión para emitir Gran Hermano 24H y donde se venden como noticias lo que son meras opiniones, resulta cada vez más complicado estar bien informado. Es en la era de internet, en la que supuestamente se dan más facilidades para recibir información, donde a diario surgen más peligros para el ejercicio de la libertad de prensa. Paradojas del progreso.

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